Sisardo Denis

Sisardo Denis era campesino, como campesino no habría nada más que contar de su vida y Sisardo lo sabía: Su vida se resumiría a nacer, crecer, tener sexo con un borrego, luego tener sexo con su esposa también campesina, tener más hijos de los que pueda mantener (también campesinos), ser estafado por algún costeño citadino y finalmente morir borracho en las fiestas de su pueblo. 

Migró a la capital para huir de su inexorable existencia a temprana edad, inspirado por su primo Jhony que ahora tenía una vida exitosa robando zapatos a los borrachos de la Amazonas.

-¿A dónde va Sisardito Denis? - le dijo su madre, pero ella ya lo sabía, lo sabía por la pasión y la tristeza con la que Sisardo hizo el amor a su borreguito la noche anterior.
Con 13 años llegó a la capital dispuesto a olvidar los anos de todos los animalitos que había amado tempranamente y que le habían roto el corazón e infectado el pene, si hubiera aprendido a leer en la escuela unidocente a la que asistía, en lugar de comer el papel higiénico perfumado de la maestra, y si tan solo su madre se hubiera alimentado con sal yodada en la gestación, Sisardo ahora estaría haciendo poesía verdaderamente conmovedora por toda esa nostalgia y emoción que experimentaba al viajar a la capital.

Al poco tiempo Sisardo Denis se dio cuenta que ninguno de sus sueños se cumpliría. Aprendió a madurar pronto, después de probar sexo con Wendy (que no era un borreguito y que llevaba el mismo nombre de la gallina con la cual perdió la virginidad), le robó la caja con la que limpiaba zapatos y pensó que su vida mejorará desde aquel instante. Sin embargo, notó enseguida que era distinto a las personas que envidiaba y una caja de zapatos no haría la diferencia: él era puyosito, tenía mocos en la nariz, no tenía educación y tenía labio leporino. No sabía que algo tan simple lo alejaría para siempre de la felicidad.

-¿Qué harás ahora Sisardito? - se preguntaba mientras trataba de violar una paloma para recordar viejos tiempos y olvidar el apodo con el que sus amigos betuneros le bautizaron a causa de su imperfección labial y tartamudez.

Sisardo, con las mangas repletas de moco, de cera y con olor a vagina de Wendy, como él llamaba a ese peculiar olor que emitía su cuerpo a las varias semanas de no bañarse, solía sentarse a contemplar los almacenes de música con esa nostalgia que se observan las cosas que nunca se aprenderá, ni se tendrá. Ahorraba y robaba siempre que se avecinaba un concierto, y así tener dinero suficiente para el basuco que requería para escuchar a las afueras del coliseo Rumiñahui imaginando que era él quien cantaba, siempre fue un soñador y un amante de la música.

Sisardo Denis está confundido, ha abandonado sus sueños y ha embarrado de caca sus medias, vendió su alma a Satán desde el mismo día que se tatuó “Wendy” en el antebrazo, pensando que decía “Rata Blanca”. Sisardo está lejos de casa, ninguna gallina amanecerá muerta después de hacerle el amor, no volverá a ver a su madre jugando a los borreguitos con su tío Emeterio y lo más parecido a un fresco melloco que tocará su paladar son sus constantes mocos.

A Sisardo Denis, en memoria de todos los campesinos que luchan día a día para tener más y más hijos.

En contra del aborto

Los rasgos faciales de la futura madre eran bastante imponentes, en su juventud debió haber sido una de esas mujeres atractivas, desgraciadas por su exagerada belleza. 
Era parto natural, le fue difícil sacar su diminuta cabeza por la vagina de su madre, lo cual le sorprendía, pues a pesar de que en su juventud las orgías habían dilatado desproporcionadamente hasta el cérvix de quien ahora lo estaba pariendo,  aún le resultaba estrecho aquel conducto fibromuscular para deslizar su cráneo y obtener la anhelada vida.
Se esforzaba, quería el aire y la libertad. A sus nueve meses de existencia ya luchaba por conseguir un poco de aliento. El médico colaboraba también, abriendo las piernas de su madre, deslizando sus manos por sus colgantes labios vaginales salados y carentes de colágeno; también una enfermera ayudaba limpiando la caca que en cada empujón de esperanza chorreaba cual manantial, del ano de la futura madre. 
Aquella escena entre mierda y sangre era similar a ese 17 de Febrero de 1981 en donde entre cocaína y música de Los Beatles la mujer que ahora alumbraba, abrió sus entonces perfectas piernas al negro analfabeto que bailaba música tropical para las turistas como ella. A ella le hubiera agradado que el niño nazca con condón, recordaba que le gustaba usarlos por comodidad cuando su vagina aún era estrecha, claro que con el tiempo se dilató y entonces tenía que usar un par de dedos extra para satisfacerse  , pero siempre usó condón: primero por placer y posteriormente por el Sida que se extendía merecidamente entre las comunas hippies; Era zorra, pero no imbécil. 
Finalmente, la criatura emana por sobre la mierda y de entre aquella vagina que tantos penes había alojado palpitante y cordialmente en otros tiempos; es un niño, la madre llora enternecida, el médico no se ha conmovido ante tal suceso perfectamente normal y rutinario.
Qué acontecimiento, qué dicha, demiurgo que se mueve entre humanos y basta agitar el pene por unos minutos, depositar el semen sobre una vagina dilatada y húmeda para que acto seguido permutaciones únicas e irrepetibles creen a un solo individuo, único e irrepetible. El niño llora, la madre lo abraza, la enfermera limpia la caca que ha quedado sobre la mesa de operaciones: la vida.

Pipipluma

Pipipluma: la inverosímil pero real y triste  historia de un esfero Faber-Castell con cabeza de pene. Pronto.

Poema a Miss Ecuador Negra

Fui la sal en la grieta de su tostado, su cáscara de haba, de chocho y de lenteja.

Pene

Los penes lloran en el mar.