La Mia Bella Terra

Los días en la facultad no se han vuelto más sencillos. Al contrario, todo lo que me queda es el recuerdo de la patria que dejé hace ya varios meses por perseguir al fantasma del estilo.



Nunca fui tan diferente, marca misma de la mediocridad que me rodeó desde que tengo memoria; la infancia para mí fue un concurso, una competencia encarnizada para destacar, salir del estanque, ser observado, aclamado por las miradas de admiración, rodeado de los símbolos primordiales del status y la significancia. Los recreos, ensayos de cómo impresionar a la gente, que pasaban de mentiritas de capítulos de series que nunca vi, hasta elaborados planes de congregar a todos en torno a mis anécdotas, con ese truco ineludible de involucrar siempre a algún beneficiado presente para compartir parte del botín social.

Esto lo sabría cualquier cojudo que leyera con más atención lo que publico. Sin diferenciarme mucho de cualquier pendenciero grafitero, ahí, escondido entre la información vacía sobre un tema cuya reacción idiosincrática la dejé clara a la quinta palabra, están acomodadas mis esperanzas, los lugares, edificios, joyas en los cuales estuve y que coloqué sobre y alrededor de mi cuerpo.

Está también mi tristeza, ahí, como listón de una falsedad que no entiendo a dónde llega ni de dónde partió, escrita como collage entre todas las opiniones idealistas que pretendo que me libren del peso de mis obsesiones, de toda la gente a la que engaño, a la que tuve que abandonar por ir tras la libertad soñada, ese día en el que me tuvieran en una estatua, en una plaza importante, inmortal e imponente, con placas de bronce y cobre que anuncien mi victoria ante el fantasma, el del estilo, el que yo perseguía con estas colecciones de vidas enteras que nunca tuve.


Sé que ustedes no entenderían, sé que sólo han venido por usurpar un poco de lo que tengo guardado: un capital, un acumulado de importancias sociales, de conexiones, de clubes, de reuniones exclusivas, de fotografías que lucen bien porque quienes están ahí van a lugares, están en lugares, tienen la bendición del "irse", del nunca estar, de ser fantasmas, o estatuas, que para el fin de la anécdota dan igual.

Tu recuerdo

Amor, me he depilado. Empecé como empiezan las depilaciones en las noches de verano: un juego de tijeras y una rasuradora que termina con la piel llena de granos infectados, vellos en el suelo y una erección cuya naturaleza no comprendo mientras me miro al espejo.

A la distancia, en la tierra dónde la brisa es fresca y los ríos tibios, debes estar tan perfecta,  con tu tersa piel y tus ojos claros, mientras yo solo me quedo con esta picazón en las nalgas, en los testículos, en la base del escroto y en el alma.

Me voy a depilar eternamente para no olvidarte, las axilas, el pene, las piernas y el ano. Voy a recordar en mi sarpullido cuan distintos somos y cuanto te extraño.

No me vayas a olvidar, no vayas a engañarme amor mío. 

Hace meses dejé de depilarme y el sarpullido persiste, la irritación de los granos rojos y tu ausencia me doblegan cada noche. Le pido a Dios y a ti, que esto no sea herpes.


Siempre tuyo.

Lic. Alfonso Barragán
Cnel. De Estado Mayor
Dios, Patria y Libertad.
Loja, Ecuador.

Fabián Alarcón



Mi pene está triste 
qué tiene mi pene 
que puedo yo hacer 
para que sonría. 

No puedo reírme 
me dijo mi pene 
mi amor está muerto 
y muerta mi vida. 

CORO
Señor… 
ayúdame dios mío 
por que a mi pene lo quiero 
con todo mi corazón. 

Señor… 
te pido que me ayudes
es mi pene y en su alma 
no tiene que haber dolor. 

No quisiera nunca 
verte triste pene 
nunca verte triste 
amor de mi vida.