Implicaciones


Es ese terrible momento en que las implicaciones que se han creado en los últimos treinta segundos en aquella reunión social a la que no querías ir, se vuelven tan sólidas que casi son tangibles. La miras acongojado, nervioso, aterrorizado pero firme, buscando en su mirada un escape a la horrible situación en la que te ves envuelto. El peor de los silencios reina y tus manos sudorosas luchan por mantener en tus manos el teléfono que tanto cuidaste por ser tu conexión secreta con ella y que ahora se ha convertido en tu perdición. Tu boca se seca y tu frente se moja mientras el maldito, traicionero teléfono timbra en tus manos y él, su esposo al igual que el resto, entiende con perfección lo que implica que tú te niegues a contestar. Puedes ver como su mente viaja de un punto a otro como dando brincos sobre rocas en un lago, como entiende que aunque marcó del teléfono de su esposa a su cuñada Beatriz, no es ella quien contestará, brinco, una roca. Como todas esas tardes, noches, madrugadas, no es con su hermana Beatriz con quien ella hablaba sino contigo, otra roca, ¿por qué hablaría contigo? ¿por qué lo ocultaría? ¿será qué algo sucede entre ustedes? otra roca, ¿y las reuniones en la iglesia? ¿las salidas con Beatriz hasta muy tarde? Orilla.

Ves como frunce su ceño y entiendes, esto, mínimo, te va a costar el obispado.

Vergoglio


Ignacio perdió bajo cercenamiento buena parte de su miembro genital debido a un accidente de índole onanista. Ha venido trabajando por casi quince años en una papelería, encuadernando y empastando tesinas,  siempre hábil en el manejo del papel, y muy consciente del dolor ácido producido por los químicos de las hojas bond sobre las manos, hasta el punto de desarrollar una coloración amarillenta en sus pulgares, y callos por encima de las líneas que otrora le indicaran  inteligencia, según la bruja (y también vendedora de papas con cuero) de San Juan.

Ignacio perdió su glande en aquella fatal madrugada, dejando caer la cuchilla industrial al intentar cubrirse el sexo por entrar la persona equivocada al taller en el peor momento. Guarda en una cartelera pequeña las cartas que su hijo ha hecho en varios eventos escolares, todas ellas colocadas con sumo cariño y en orden cronológico. Fernandito, con ligero retraso mental y apenas ocho años de vida, ha venido llenando con rayas aleatorias las cartas, para vergüenza disimulada de sus padres, tristes ellos al sentirse también fracasados frente a los trabajos de los compañeros de su hijo.

Ignacio se masturbaba con las fotos de la peña de la hermana de su recién casada mujer, recibiendo la visita inesperada de su esposa y teniendo que partir luego del corte ambos al hospital. Se prometieron fidelidad y paciencia, el doctor les informó que podían sanar el hinchado y sangrante miembro, pero que en el futuro sentiría fuertes dolores a ser tratados con analgésicos cada vez que el furor viril llegase a sus ingles. Analgésicos caros que Ignacio apenas podía costearse, aún a sabiendas de que la carencia de glande dificultaba orgasmos que sólo lograba mediante masajes a la próstata, que su mujer consideraba pecaminosos, sucios y homosexuales.

Ignacio aprendió a ceder su placer sexual por el bien de su esposa; la inseminó artificialmente, crió a su hijo según el evangelio. Aún agradece de la mano de su familia los alimentos diarios, las bendiciones recibidas y pide por la gente pobre del Guayas, la que sale en la televisión matándose con machetes y robando frigoríficos a pie.

Sea la Gloria a Jesucristo del buen Cerceno, pues esta familia entrará al reino de los cielos.